viernes, 17 de octubre de 2008

OCTUBRE Y NOVIEMBRE LOS DOMINGOS

Agradecidos a todos los que vinieron y a quienes reservaron entradas, agregamos funciones en octubre y noviembre. Estamos los domingos a las 20.00hs en el Palacio Victorial (Piedras 728).

viernes, 12 de septiembre de 2008

Nuevas funciones

A pedido del público, Dan tres vueltas y luego se van continúa durante todos los miércoles de Septiembre.
Gracias por difundirnos y apoyarnos

domingo, 17 de agosto de 2008

UNICAS FUNCIONES:
Miércoles 20 y 27 de Agosto!!!
Miércoles 1 y 3 de Septiembre!!!
20:30 hs.

miércoles, 30 de julio de 2008

Nuestra adaptación

ELENCO

Paolus .......................................... Martín Chiara
Ursulina ....................................... Malena Winer
Edery ........................................... Melanya Badalyan
Dan .............................................. Rodrigo Olivera
Presumido ................................... Pedro Gilmore
Feriante ....................................... Juan Labourt
Feriante ....................................... Alan Niclewicz


Adaptación
Gastón Maziéres, Andrés Monteagudo


Producción
Andrés Monteagudo


Música original
Esteban Bertola, Mariano Toscano, Andrés Monteagudo


Diseño y realización de luces
Alejandro Farías


Escenografía y vestuario
Carmen Auzmendi


Prensa
Esteban Bertola


Dirección
Gastón Maziéres

Dan tres vueltas y luego se van, escrita por Raúl González Tuñón y Nicolás Olivari en 1933, se estrenó en el teatro “La Máscara” en 1958. Los autores firmaron en la “Declaración” para la edición en libro que la obra sería “representada oportunamente por la compañía del Teatro del Pueblo”. “Somos escritores de libros y volvemos al libro –aclaran–fracasadas nuestras esperanzas de contemplar nuestra obra en un escenario de teatro oficial”. La obra no volvería a encontrase con su público sino hasta el año 2003, con la dirección de Daniel Viola, en el extinto Bar Tuñón.


miércoles, 23 de julio de 2008

Dos poetas en el teatro argentino: Dan tres vueltas y luego se van, de Nicolás Olivari y Raúl González Tuñón, 1933.

1. Los autores

RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN nació en Once en 1905. En 1921 ingresa al diario Crítica junto con su hermano Enrique. Escribe en las revistas Inicial, Proa y Martín Fierro y es colaborador en los diarios Crítica y La Nación. Viaja en los primeros aviones a Bahía Blanca y Río Gallegos. Allí conoce a un prestidigitador llamado Jhonny Walker, que inspiró su personaje Juancito Caminador.
Representa a los escritores argentinos en el Primer Congreso de Escritores celebrado en París, donde escribe La Calle del Agujero en la Media (1930) y Todos bailan (1934). A mediados de la década del 30 se radica en Madrid. Allí escribe, durante la guerra civil, el poema “Muerte en Madrid”. Participa en varios Congresos Internacionales en contra del fascismo. Viaja en buque de carga a Bélgica, vive un tiempo en Chile y en 1953 visita Rusia, Pekín y Uzbekistán.
El poema “La pequeña brigada”, firmado en el Chaco Boreal en 1935, originó un proceso judicial: se lo acusaba de incitar al desorden y la rebelión. Escribe sobre Siqueiros y los muralistas y dirige su propia revista Contra, editada de abril a agosto de 1933 y que le causó finalmente una condena a dos años de prisión.
Perteneció al grupo Florida y frecuentó Boedo, y en cada barrio de Buenos Aires –y del mundo– buscó la síntesis del arte puro y el compromiso social.
La renovación formal y el escenario barrial que desmembra González Tuñón no excluyen la mirada sobre lo popular o incluso la pobreza. La felicidad de las vanguardias que leyó y conoció en sus viajes se expresa con soltura, es decir, con insolencia, lo que significa que como poeta Raúl González Tuñón atraviesa tempranamente el estado adolescente (“aniñado”) del ultraísmo porteño de la revista Proa o Martín Fierro y sabe graficar con delicadeza los rincones del abandono y la explotación, la “bohemia desastrosa” y el spleen de la ciudad. En esta línea también se encontraban Nicolás Olivari y el poeta peruano César Vallejo.
En 1970 deja de publicar sus notas sobre artes plásticas en Clarín.
Muere en agosto de 1974, después de entregar un poema dedicado a Víctor Jara, asesinado por la dictadura de Pinochet.


NICOLÁS OLIVARI nace en 1900 en las calles Paso y Sarmiento. Su padre era capitán mercante y tenía un almacén. Cuenta el poeta que ingresó el mismo día que los hermanos Tuñón al diario de Botana. También dice que lo expulsaron del “movimiento llamado <>” por su libro La amada infiel, de 1924.
En 1926 publicó La musa de la mala pata, elogiado por Güiraldes, y El gato escaldado en el 29. Su obra Tedio fue estrenada en el Teatro del Pueblo en 1936 y recibe por ella el Premio Municipal: el jurado estaba constituido por Borges, Barletta y Palazzolo.
En 1946 autoedita sus Poemas rezagados, por la editorial que llama Llosibol & Midedogapa (y que al “vesre” significa: “pagado de mi bolsillo”). Interesado por el cine y estimulado por su trabajo como cronista escribe el libro El hombre de la baraja y la puñalada, que contiene 17 “estampas cinematográficas” donde aparecen Greta Garbo, Marlene Dietrich y Claude Debussy. Otro libro de estampas y crónicas es Mi Buenos Aires querido, publicado póstumamente por Jorge Álvarez en 1967.
Su poesía se ha vinculado con la estética de Baudelaire. El “júbilo” es, según Olivari, una pieza intercambiable: la integridad jubilosa del poema puede volverse de inmediato ácida, amarga, cínica.
Fue miembro fundador de la Academia Porteña del Lunfardo.
Muere en Buenos Aires en septiembre de 1966.


2. La obra

Dan tres vueltas y luego se van, escrita por Nicolás Olivari y Raúl González Tuñón en 1933, se estrenó en el teatro “La Máscara” en 1958. Los autores firmaron en la “Declaración” para su edición en libro que la obra sería “representada oportunamente por la compañía del Teatro del Pueblo”. “Somos escritores de libros y volvemos al libro –aclaran–fracasadas nuestras esperanzas de contemplar nuestra obra en un escenario de teatro oficial”. La obra no volvería a encontrase con su público sino hasta el año 2003, cuando Daniel Viola hizo una adaptación con actores y títeres en el teatro El Vitral y en el extinto Bar Tuñón.
Dan tres vueltas y luego se van pertenece al género de la farsa. Dentro de la tradición del teatro en el país, el elemento grotesco en esta obra no gira alrededor de un centro, un Padre de Familia, sino que desciende sobre una “comunidad perdida”, distinguiéndose así de las obras sainetescas e incluso del “grotesco criollo” de Armando Discépolo. Todavía en el grotesco criollo hay una inclinación a elaborar estereotipos (el inmigrante, el ladrón, el vago, el loco, la prostituta). Roberto Arlt con sus 300 millones (estrenada el 17 de junio de 1932) y Castelnuovo con sus Ánimas benditas (representada por la agrupación “Teatro Libre” en 1927) abren una línea de expresión de vanguardia en el teatro argentino que Tuñón y Olivari continúan en Dan tres vueltas y luego se van. La tradición de poetas y narradores que incursionaron en la dramaturgia para “rescatar” al teatro de la decadencia a la que parecía estar condenado a causa del teatro comercial tiene sus antecedentes en el Teatro Experimental de Arte de 1927 y las primeras puestas del Teatro del Pueblo en la década del 30.

“Aquí lucen su triste fracaso / los que corren detrás de Fortuna”. El destino ya no se lee como “destino de una Nación”. Por eso esta nueva forma del drama ya no puede denominarse “nacional” (lo cual es provechoso para la contemporaneidad). La obra conserva la profundidad elemental que sustrae el teatro de la vida, que provoca el desnivel entre la ficción, la ilusión y la realidad. El giro, las vueltas, son movimientos del cuerpo en la rueda especular del drama que presenta, como en una danza macabra, la cercanía, o mejor dicho, la anticipación de la muerte. Con esa circulación de almas en el “irse para siempre” de la droga se celebra un ritual, dominio del teatro. Este es el tema central de la obra. De aquí se desprenden “la auténtica cara / de la auténtica feria del mundo” (la Comedia Humana) y el “triste fracaso” que evoca la representación del ocaso de las ilusiones, la irrupción de los estados de desesperación y euforia estimulados por el vicio.
Los autores fueron, además de escritores y poetas, viajeros. Como a Roberto Arlt, el periodismo les brindó “la oportunidad de viajar” y conocer ciudades de Europa, Estados Unidos, Rusia, etc. Buenos Aires era para ellos un universo: el universo de la modernidad, la experiencia del tránsito, el espacio de trabajo, la calle... Esto aparece incidentalmente en Dan tres vueltas y luego se van pero también lo vemos en libros como La musa de la mala pata de Olivari o La Calle del Agujero en la Media de González Tuñón. La incidencia, entonces, apenas mencionada, debe leerse como letra de molde: es un “rumor de feria”, o una calle iluminada con “lamparitas multicolores” El espacio de socialidad de la Banda de Paolus es urbano y el suburbio, a medida que el bienestar material aumenta en el desarrollo (precipitado) de los acontecimientos, va desapareciendo y la acción pierde su volumen hasta sintetizarse en el ataúd o la morgue. Los personajes, según indicación de los autores, “visten de una manera arbitraria y realizan un tipo más bien indefinido”. Las marcas espaciales son también abstractas, como el “teatrillo de novedades” o “el Club de Media Noche”.
El argumento responde, por un lado, al tradicional esquema de ascenso y caída del héroe; pero por otro, recupera con felicidad un registro de actualidad, una circunstancia que el tiempo ha ido corroborando y que refleja la “perversión” social y la idea que tenemos sobre el “bienestar”. Como escriben Olivari y Tuñón: “sigue minando las almas / el dinero que todo subvierte”.
En contrapunto a esa “tremenda descomposición” emocional, moral y ética que anuncia el Prólogo de la obra, está puesto lo cómico, el cinismo lírico de algunos personajes: la risa poética o la risa cruel de El Lechuza, destinada a transparentar el drama de familia y el sentimiento de lo irreversible, el drama social o los símbolos inestables de la “mala vida” o el “buen camino”, la vulnerabilidad y la muerte.
Por último, el efecto de coro fantasmal en algunos parlamentos y la frase que se repite con sus variaciones a lo largo de la obra se complementa con un lirismo deformado, atravesado por la violencia de la palabra oída en el suburbio, en el prostíbulo, de la boca del dealer o de un feriante: es una lírica cavernosa, un canto sacrificial que anuncia la totalidad de la vida y señala los acantilados con su propia luz patética y su textura de banderín mojado.